Treinta y cinco años después de su nacimiento como un invento rudimentario, probando una nueva manera de intercambiar datos entre varios aparatos, Internet sigue dando que hablar. Si bien, día a día se revelan nuevos beneficios de Internet, los efectos negativos también están presentes: el uso de Internet disminuye las relaciones sociales y provoca aislamiento social, soledad, y depresión. Asimismo, a nivel emocional, aunque Internet crea parejas a veces también las rompen: aquellos que podrían ser considerados “adictos” además de abandonar a sus amigos, a veces ignoran a su pareja e incluso a sus hijos. También puede acarrear problemas físicos como los dolores de espalda, obesidad por la falta de ejercicio o trastornos del sueño, y en casos extremos puede provocar la pérdida del puesto de trabajo por una baja drástica en la productividad. Pero lo peor es la creencia de que la Red podría producir una pérdida de la capacidad para relacionarse con los demás o podría generar una timidez extrema: los usuarios, acostumbrados al anonimato propio del ciberespacio, son incapaces de mantener relaciones cara a cara.
Irónicamente, es la propia Red la que alberga la mayor cantidad de recursos enfocados a solucionar el problema: test para medir el nivel de adicción, grupos de ayuda “online”, guías sobre el trastorno, etc.
De todas maneras, como todo lo relacionado con Internet, la adicción a la misma es un concepto difícil de abarcar por la cantidad de opiniones y factores implicados. Elementos que llevan a otros y, al igual que ocurre en la Red, esto impide establecer una sola dirección.
El consejo que queda por dar y por acatar es que lo fundamental es “navegar” con prudencia y de forma inteligente para evitar posibles “naufragios”.